“Para nadar en aguas
dulces se necesita del propio impulso.”
L.C
L.C
Alicia Genovese en el ensayo “Marcas de
graffiti en los suburbios. Poesía postdictadura”(2011) aborda aquellas poéticas
que se han apropiado de símbolos representativos de la cultura de masas. Tal
sería el caso de Osvaldo Bossi con “Los poemas de amor que el Coyote le
escribió al correcaminos” (1988) o de Hernán La Greca con sus superhéroes
hablando en clave poética en el libro La fuerza (2001). Lo interesante de los
poemas de
“Una chica de río”, como parte de un discurso específico, se me ocurre, es que la utilización de esos símbolos (películas de Hollywood, actores, estrellas del deporte, superhéroes) no concluye únicamente en la tarea de montaje sino que los símbolos en cuestión están ubicados en un lugar para significar en otra dirección.
“Una chica de río”, como parte de un discurso específico, se me ocurre, es que la utilización de esos símbolos (películas de Hollywood, actores, estrellas del deporte, superhéroes) no concluye únicamente en la tarea de montaje sino que los símbolos en cuestión están ubicados en un lugar para significar en otra dirección.
En
el poema “De lo que veo en las películas” el yo-lírico enuncia: Robert de Niro está sobre/ un trozo de hielo/ que se
desprende/hacia el/ océano./ Lleva
a su padre, Víctor Frankenstein, muerto:/ quemándose entre
troncos./Desde la orilla los mira el capitán./ Irse. Dejar las cosas,/pero ardiendo entre el fuego. Lo primero que pienso como lector es en
el cambio de sentidos que se produce desde el principio, un título posible
podría ser “De lo que “no” veo” en las
películas, como si al sentido explicito que navega en la superficie de la
narración le siguieran otros sentidos, más oscuros, más íntimos y que están
relacionados con la capacidad para leer entre líneas.
En “Big Fish” – un film que en sí mismo
puede ser considerado poético y una reflexión acerca de la complejidad y de los
alcances mismos de toda narración posible– el yo-poético nos habla así: No quiero una muerte tranquila./No quiero la sintaxis del dolor./Cuando
esté
por morir/ quiero que me cuenten la historia de mi
muerte/como a Edward Bloom: un hombre llevado en brazos/ mientras saluda a
todos los que amó./
Luego inspirar profundo, sumergirme y transformarme
en un gran pez. El deseo de
sincretismo y la identificación entre el personaje de la película con la voz
poética reúnen en un mismo espacio discursivo la experiencia de la poesía con
elementos que configuran, desde cierta exterioridad al texto, una semiosfera de
íconos populares. La historia que se narra, o que se re-escribe, está
enunciada desde los límites de un discurso dislocado como si la experiencia de
la muerte pudiese ser calibrada en términos del decir poético.
Se retoman símbolos pero no para
incluirlos bruscamente en el poema. Sino que adquieren otra dimensión y se
integran casi que de manera artesanal. En el texto “Fotos y poemas” la poesía es una suerte de cábala o de páramo
frente a las contingencias del presente: Y tener como
mantra/ las palabras de Rocky -la última-/ en donde dice que no importan las batallas ganadas/ sino todos los
golpes que podes aguantar, son los versos del poema. Recuerdo que la figura de Rocky aparecía en un
ensayo (a modo de relato autobiográfico) del escritor cordobés Luciano
Lamberti. Y pienso que Rocky difícilmente, como personaje mediático, haya dicho
en algún punto algo que pueda bordear los límites de la poesía. El logro en
este caso es precisamente ese: otorgarle un carácter reversible a las palabras
del personaje de Stallone, atribuirle otra significación más cerca nuestro,
digamos, introducir una forma y un contenido puntual en un lugar que es hostil
con la poesía en su acepción más tradicional.
“X- Men” es un poema compuesto de dos
partes. En una primera instancia un docente explica cómo serán los humanos
evolucionados desde lo cual el yo-lírico imagina: Mis
hijos, entonces, ¿podrían desarrollar membranas interdigitales/ como las ranas
o los patos? Querrán ser como aquaman, o como Nong,/ tener adaptaciones
inusuales, nadar a una velocidad mayor,/ soportar mayor presión acuática o
tendrán miedo de ser llamados/ por nombres que reverencien sus características
y no poder alejarse/ jamás de tener ojos azules, azules /y de que el mundo
todavía no esté listo para dejar de temer a la oscuridad. En la segunda parte la figura de
Michael Phelps articula toda la versificación. Las analogías entre Phelps/ Aquaman, o entre X-Men/ super hombres/atletas, me retrotraen al programa de Stan Lee “Superhumanos” en el
cual el mismo genio creador de superhéroes se encarga de rastrear por el
planeta personas “reales” que disponen de alguna facultad extraordinaria. De alguna
manera en los versos aparecen esas representaciones del imaginario colectivo donde
ciertas personas están a un paso más allá de la condición del resto de los
normales. Los versos funcionan como si fueran cantos, como en los poetas
clásicos, dirigidos hacia una especie de auto superación personal.
El poema “Efecto Mariposa” dispone de otro
símbolo “Back to the future”: Un día van a descubrir
cómo viajar en el tiempo/ entonces/ Marty McFly va a volver con su patineta/ a
enseñarnos a mirarnos antes de ser nosotros,/ a encontrarnos con nuestros
padres;/ contemplarlos sin toda la construcción filial/ y luego del asombro, tocar acordes de una canción cursi/ para que se enamoren/ -otra vez-. La poesía en sintonía con las ucronías, como si resultara
sensato y deseable revertir, o transformar, la serie de eventos que nos
sucedieron en una especie de repetición infinita. En poetas contemporáneos y
jóvenes la s.f. se ha
transformado en una fuente y en materia de la poesía misma. Pero no es algo que
desarrollaré a continuación sino que lo dejo para otra oportunidad. Así como
tampoco me he detenido en ampliar las diferencias entre algunos significados
asociados a lo que se entiende por símbolo, ícono, o signo.
En fin, la experiencia residual con
bienes simbólicos, por darle un nombre, de la cultura de masas opera en
contrapunto con la propia subjetividad, con nuestro barrio, el río con sus
gomones y así: Cada tanto, en el Río Negro aparecen
toninas -especie delfín-,/ Escribo forzando el lenguaje, sobre superficie acuática:
remover en las palabras
para que el poema mantenga la propagación de la onda./
explica la voz del
yo-poético como si la escritura de un poema fuese una acción transformadora en
la realidad y la vivencia personal que altera lenta y silenciosamente el curso
de los acontecimientos.-
Reseña publicada en "Esto no es una revista literaria" Nº 11
Marcelo Daniel Díaz (1981, Río Cuarto)
Poeta, narrador, ensayista. Se licenció en Lengua y Literatura. Forma parte del consejo editorial de la revista de estudios literarios Borradores de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Publicó el poemario La sombrilla de Wittgenstein (Cartografías Ediciones, 2009), el libro de relatos Los límites de Tlon (Cartografías Ediciones, 2009) (ambos premiados en el concurso provincial por esa misma editorial), el poemario Newton y yo (Editorial Nudista, 2011) y el ensayo La palabra y la acción: la máquina de enunciación K (EDUVIM Ediciones, 2012).
Este año la Editorial Colectivo Semilla reeditará el poemario La sombrilla de Wittgenstein.
No hay comentarios:
Publicar un comentario